Fue un genocidio, un holocausto, nada que celebrar
Columna HUAXYACALLI / Por Gerardo Felipe CASTELLANOS BOLAÑOS
No hay que ir con artificios ni cosas raras y no volver a darle vueltas a la verdad cómo trató de hacer, hace dos días, el Presidente de la Radio y Televisión Española, RTVE, José Antonio Sánchez Domínguez.
Debemos conocer, amar y sentirnos orgullosos de nuestra raíz indígena, que es más vigorosa, profunda y grande de lo que pensamos.
Hay que tener la sabiduría necesaria para aceptar la verdad de nuestro pasado. A cada cosa hay que llamarla por su nombre.
El significado profundo, sencillo y claro de las palabras nos dice de manera objetiva qué, lo que cometieron los invasores españoles en la Gran Tenochtitlán fue un holocausto, una invasión y un genocidio.
La humanidad tiene grabado en la memoria el significado genérico de holocausto: Gran matanza de personas, especialmente la que tiene como fin exterminar un grupo social por motivos de raza, religión o política.
Al pan, pan y al vino, vino:
Invadir significa entrar por la fuerza en un lugar para ocuparlo.
Genocidio aniquilación o exterminio sistemático y deliberado de un grupo social por motivos raciales, políticos o religiosos.
Por otra parte, y tratando de compartir lo que he encontrado; amanera de apunte dejo asentado que ‘El Bravo’, fue el apodo de un albañil, que en ese tiempo les llamaban alarifes, español que llegó a la villa de Antequera muchos años después de que se hizo la traza de la ciudad y se habían repartido los lotes.
Documentalmente esto se puede comprobar en Actas de Cabildo del 24 de julio de 1529 redactadas por el español Francisco de Herrera, Escribano Real.
No fue miembro del cabildo, ni se le menciona como uno de los primeros pobladores; tampoco se le menciona en el pleito que Cortés entabla tratando de recuperar su territorio que por merced real le correspondía.
Unos años más tarde, en la segunda mitad del siglo XVI, cuando los invasores reconocen documentalmente que en su ambición, ignorancia y precipitación por despojar a Cortés habían agarrado únicamente las faldas del cerro de La Soledad, El Fortín; el 25 de abril de 1532, el regimiento de Antequera invoca la protección de la reina doña Juana, para que les otorgara la merced de una legua de terreno en torno de la población española para ejidos, dehesas, huertas, estancias y haciendas, p.177, José Antonio Gay, 1982; Cortés se defiende y les gana el pleito.
Mientras Burgoa, El padre José Antonio Gay, Manuel Martínez Gracida y otros historiadores anteriores al siglo XX no confirman, ni llegan siquiera a sugerir la participación de García Bravo.
A pesar de los años transcurridos desde que se hizo la traza, sigue sin aparecer, en documentos oficiales, el nombre de Alonso García, ‘El Bravo’.
Para obtener beneficios económicos, políticos y reconocimiento público; fueron sus descendientes quienes promovieron el hecho de que él fue el que hizo la traza de la ciudad de Oaxaca.
Iturribarría señala que fue Violante de la Serra Guzmán, bisnieta del alarife, quien vivió en Antequera alrededor de 1600, 70 años después de la supuesta, en mi opinión, fundación.
Jiménez y González, citados por Fernando Sánchez Armengol, “difieren y señalan como generador de esta causa a Melchor Xuárez, yerno de García Bravo; quien se había casado con Violante Bravo entre 1551 y 1552 y resultaría una fuente más cercana a los acontecimientos.”
La atribución que se da a García Bravo, surgió a partir de un documento hallado en el Archivo General de Indias (AGI), publicado en 1955 con una introducción de Manuel Toussaint, el cual es mencionado como principal fuente de referencia por Iturribarría, en su artículo Alonso García Bravo, Trazador y Alarife de la Villa de Antequera.
A partir del artículo de Iturribarría se tomó como un hecho la participación de Alonso García ‘El Bravo’ en el establecimiento de la Villa.
Si la atribución tradicional de la traza de la ciudad de México a García es cierta, los historiadores coincides la señalar que éste recibió órdenes de Cortés para hacerlo. Por lo tanto, al oponerse Cortés a que invadieran parte de su Marquesado para establecer la villa de Antequera, no hubiera enviado a un colaborador suyo a trazar Antequera. Que Alonso García, el alarife de México, haya traicionado a Cortés acudiendo al llamado de la Audiencia, es menos probable por las consecuencias que esto le hubiera acarreado.
Un dato más que pone en duda la participación de un urbanista experimentado como debió ser Alonso García, lo encontré en las Instrucciones del Virrey Antonio de Mendoza, a su paso hacía Perú en 1544, al observar el sitio que ocupaba la Villa hizo las siguientes precisiones; … lo pusieron casi en una ciénaga, y tienen las casas en donde debían tener las huertas y el ejido; y esto procedió de tener el Marques del Valle hecha allí una casa sobre un cú, y Francisco Maldonado otra casa buena… a mi me parece que de la plaza abajo no se deben hacer casas de nuevo, ni V. S. De favor para que nadie labre si no fuere. en la parte de arriba de la iglesia. Gay, 1982.
Según esta última recomendación la traza hecha por un experto como Alonso García debía estar en una superficie sólida y plana y no en terrenos tan próximos a los que inundaban las crecidas del rio Atoyac (que significa: rio que crece); ciénagas les llama Antonio de Mendoza.
Este hecho; el desbordamiento del Atoyac, siempre me ha hecho dudar de que el templo de San Juan de Dios haya sido el primero que se edificó en Oaxaca la palabra que usa Gay es: se supone que… es decir no afirma qué; los invasores no iban a construir un templo en una superficie cenagosa. José Antonio Gay dice, “sin embargo, en las Gacetas de México de 1629 se da por cierto que la primera iglesia fue el Carmen de abajo” Op. cit. p.377
Aunque desde entonces impusieron los españoles este criterio: en las mejores tierras de cultivo están las casas.
Nuestros viejos abuelos indígenas lo hacían con sabiduría; sus casas estaban en lugares altos.
Casi todos los oaxaqueños sabemos, y así lo hemos aceptado, sin pensar, que la ciudad de Oaxaca ya existía ochocientos años antes de la invasión de los españoles.
Una metrópoli, lo sabemos, tiene palacios, templos, plazas, mercados, cuarteles, casas, jardines y calles, por supuesto.
Estas calles que tenían un ancho de dos lanzas; en la ciudad que ya existía, tenían dos ejes principales: uno de Oriente a Poniente y otro de Norte a Sur. Sus nombres: México, Tehuantepeque, Tuotlin y otras cuatro calles que se mencionan como colindancias en las actas de cabildo.
Hasta aquí está claro que la traza de la ciudad de Oaxaca ya existía antes de la invasión de los españoles y que nada tuvo que ver Alonso García ‘El Bravo’.
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