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Manuel Álvarez Bravo, figura escencial en la fotografía mundial del siglo XX

Este 19 de octubre se conmemoró el 19 aniversario luctuoso del reconocido fotógrafo mexicano.

Ciudad de México, Méx.- Con una mirada humanista, el principal lenguaje utilizado por Manuel Álvarez Bravo fue el blanco y negro. Este artista mexicano es figura señera de la fotografía latinoamericana y mundial del siglo XX, y este día se cumplen 19 años de su fallecimiento.

Originario de la Ciudad de México, Manuel Álvarez Bravo tuvo su primer acercamiento a la fotografía a los 13 años, cuando le obsequiaron una cámara de daguerrotipo con la finalidad de capturar y revelar sus primeras imágenes con técnicas caseras. En 1916, tras la muerte de su padre, se vio obligado a dejar la escuela para apoyar la economía familiar. En 1923 conoció al fotógrafo pictorialista Hugo Brehme, quien influyó para que se dedicara de lleno a esta disciplina. Sus primeras piezas siguieron precisamente el pictorialismo folclorista de la tradición de las postales y revistas de la época.

En 1925 obtuvo su primer premio en un certamen en Oaxaca y, en 1929, participó en una exposición colectiva en el Palacio de Bellas Artes. Dos años más tarde ganó el Concurso Nacional de Fotografía y Pintura de la Cementera Tolteca y colaboró en la película ¡Que viva México!, del cineasta soviético Serguéi Eisenstein.

Considerado por especialistas como el mayor representante de la fotografía latinoamericana del siglo XX, obtuvo el reconocimiento de grandes fotógrafos como Edward Weston y Tina Modotti, quien, al ser deportada en 1930, le deja su trabajo en la revista Mexican Folkways, además de su cámara para que capturara los murales de Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros. Retrató a grandes figuras como León Trotski, Frida Kahlo, Juan Rulfo y Luis Buñuel, entre otros.

El Munal resguarda el retrato que realizó a María Asúnsolo, gestora cultural, galerista y modelo mexicana, en el cual se aprecia recostada sobre un sillón, en un particular encuadre que juega con la luz y la sombra. La construcción de esta fotografía invita a que la mirada se desplace horizontalmente por la imagen de su cuerpo, mientras que su rostro apenas se perfila. Álvarez Bravo dio importancia visual tanto a la sinuosa figura como a la luz proveniente de la ventana.

A decir de la investigadora e historiadora del arte Dafne Cruz Porchini, esta pieza tiene cierto nexo con el Retrato de María Asúnsolo mujer y niña, de Juan Soriano, también perteneciente al acervo del recinto del INBAL.

En 1994, la Universidad de Guadalajara le otorgó el doctorado honoris causa. Dos años después, Francisco Toledo fundó en su honor el Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo en la capital oaxaqueña. Presentó más de 150 exposiciones individuales y participó en más de 200 exposiciones colectivas. Falleció en la Ciudad de México el 19 de octubre de 2002. Recibió un homenaje póstumo en el Palacio de Bellas Artes.

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Staff Santa Cultura

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